ÁFRICA Portada

Mi África es
una confederación

Presidente desde 1979 hasta 1992, Denis Sassou Nguesso ha vuelto a tomar el poder en Brazzaville, capital de la República del Congo.
Sus planes contemplan un despliegue de las relaciones internacionales y una hipótesis de federalismo económico


por Giovanni Cubeddu


Denis Sassou Nguesso visita su ciudad natal, Edou, pocos días después de haber reconquistado el poder en Brazzaville

     El orden reina en Brazzaville. El nuevo presidente congoleño, Denis Sassou Nguesso, está a punto de formar un gobierno de unidad nacional, donde las tres cuartas partes de los cargos pertenecen a hombres de las Fuerzas democráticas y patrióticas, el FDP, su movimiento. Al presidente saliente, Pascal Lissouba, no le queda más que la amargura de la derrota: su ejército ha perdido la guerra contra las milicias Cobra de Sassou Nguesso, que el pasado 23 de octubre pudo entrar triunfalmente en Brazzaville, escribiendo de nuevo su nombre en la historia de la pequeña ex colonia francesa, la actual República del Congo. Una historia de aspectos paradójicos: Sassou Nguesso es un general ex presidente que vuelve como presidente y que, a pesar de haber reconquistado el poder con las armas, se ha vuelto a comprometer -como ya hiciera en el 92- a convocar elecciones democráticas después de la presente fase de transición y "unidad nacional". Por lo demás, caso raro en los regímenes dictatoriales de la martirizada África negra, esta ha sido su promesa desde que estaba en su exilio dorado de París, desde donde preparó el regreso a su patria estrechando amistades y relaciones internacionales. Pero las elecciones, que debían celebrarse el pasado julio, se han vuelto a resolver, ante los ojos de todo el mundo, con la enésima guerra centroafricana.
     La República del Congo es un país joven, que se independizó de Francia sólo en agosto de 1960, y que ha conocido desde 1977 la experiencia del partido único: el régimen marxista-leninista del PCT (Partido Congoleño del Trabajo), capitaneado precisamente por Sassou Nguesso, nombrado en el 79 Presidente de la República. La Iglesia local, como todos, sufrió entonces la nacionalización de la escuela, una educación ideológica y "atea" y la supresión de las asociaciones. La progresiva democratización del régimen (exigida además por la crisis económica) condujo en el 90 a la introducción del multipartidismo y la convocación en el 91 de una Conferencia nacional que fue presidida por el obispo de Owando, monseñor Ernest Kombo. Siguió un proyecto de Constitución aprobado en un referéndum con más del 96 por ciento de votos. Nguesso garantizó las elecciones libres para julio del 92, pero quien salió elegido presidente fue el líder del partido UPADS (Unión Panafricana para la Democracia Social), Pascal Lissouba. Desde entonces y hasta las elecciones del pasado julio, el país ha estado marcado por luchas políticas, guerras étnico-civiles, homicidios políticos ligados a la guerra del petróleo. En medio de los enfrentamientos de este verano entre Lissouba y Sassou Nguesso, los obispos congoleños lanzaron un llamamiento para la reimplantación de la paz y la democracia titulado "Salvemos al Congo, nuestra casa común". El destinatario natural de la petición de la Iglesia local vuelve a ser ahora el "nuevo presidente" Denis Sassou Nguesso. En su currículum vitae -que comienza con una escuela militar- se puede ver un interés constante por los equilibrios regionales africanos, un nombramiento a presidente de la Organización de la unidad africana (OUA) en el 86, la cercanía a los países no alineados, la creación de la Comunidad económica de los Estados del África central y la propuesta de un fondo de solidaridad para el desarrollo de los países del África austral. Sassou Nguesso es un hombre de pensamientos modernos, comprende que su continente y su país han de prepararse para la globalización de los mercados. Y esta es una premisa para las respuestas que siguen a continuación.
     Señor presidente, frente a las luchas étnicas y las masacres centroafricanas de estos últimos años, ¿qué opina usted de todo ello, como africano? Ha habido quien incluso ha llegado a sugerir el regreso al neocolonialismo, como un mal menor...
     DENIS SASSOU NGUESSO: Algunos sostienen que estos conflictos son la lógica consecuencia del carácter artificial de las fronteras heredadas de la colonización, y por ello piensan que hay que revisarlas. Esta es una aberración que si fuera llevada a la práctica haría que todo el continente se precipitara en el caos. Los fundadores de la Organización de la Unidad Africana demostraron una sabiduría extraordinaria cuando escribieron en la charta de la organización el principio de la intangibilidad de las fronteras. Si hubiera que reconstruir los Estados africanos tal y como eran antes de la colonización se produciría un enorme desbarajuste... Más que atraerse las rivalidades étnicas o enfrentar inútilmente entre sí a países condenados a vivir juntos en paz, habría que ayudar a África a construir los cimientos de una paz y estabilidad duraderas. Pero este papel le corresponde sobre todo a la propia África.
     ¿Existen, pues, fuerzas regionales que pueden gobernar el cambio del continente negro? ¿Se le ocurre alguna hipótesis precisa?
     SASSOU NGUESSO: África tiene un proyecto en el cajón, común al de los Estados miembros de la OUA, expresión de una voluntad política que sólo espera ser llevada a la práctica. Hace diecisiete años, en la cumbre económica de Lagos de 1980, los Estados africanos habían adoptado una charta económica, con la que se comprometían a construir complejos económicos subregionales. Los africanos consideraban que con la integración económica de los Estados, mediante agrupaciones subregionales, resultaría menos difícil garantizar la paz y la estabilidad en todas las regiones y áreas de nuestro continente.
     Creo que este razonamiento es hoy actual como nunca lo había sido.
     Siguiendo este espíritu y conforme a las recomendaciones de la cumbre de Lagos, en 1981 fundamos en Libreville, Gabón, la Comunidad económica de los Estados del África central, que agrupaba dentro de un mismo conjunto subregional a la Unión aduanera y económica del África central (con Camerún, la República Centroafricana, el Congo, Gabón y Chad, a los que se unió luego Guinea Ecuatorial) y la Comunidad de los países de los Grandes Lagos, que comprendía Burundi, Ruanda y Zaire. No puede usted hacerse una idea de las ventajas que habríamos obtenido si estos subconjuntos hubieran podido alcanzar un nivel de funcionamiento coherente, permitiendo la libre circulación de personas y bienes y la construcción de un auténtico "espacio comunitario".
     ¿Cuáles habrían sido las consecuencias?
     SASSOU NGUESSO: Ante todo Burundi y Ruanda, en vez de estar confinados en un rincón de África poco vivible, habrían tenido en este espacio comunitario un gran territorio en el que acoger a sus poblaciones en la fraternidad y la complementariedad.
     En mi opinión esto habría podido evitar el drama actual.
     La comunidad internacional, en vez de conformarse con difundir imágenes que causan repugnancia, debería ayudar a África a construir estos conjuntos económicos subregionales, que podrían, ¿por qué no?, llevar a ideas de integración aún más fuertes, como por ejemplo una confederación.
     ¿Qué se ha hecho para favorecer este "federalismo" africano?
     SASSOU NGUESSO: Durante mi anterior mandato como jefe de Estado y presidente de la OUA no trabajábamos sólo por la paz dentro de nuestro país. También tomamos parte activa en la búsqueda de la estabilidad en la subregión del África central.
     Por ejemplo, conseguimos reunir en Brazzaville, sobre el problema angoleño y de Namibia, alrededor de una misma mesa, a americanos, cubanos, sudafricanos y angoleños, en negociaciones particularmente difíciles que dieron resultados decisivos: partiendo precisamente del protocolo de Brazzaville se firmó en Nueva York un acuerdo que debía llevar a la retirada de las tropas del África del Sur, de Angola y Namibia, y luego a la independencia de Namibia. Siguiendo este mismo ímpetu, algo más tarde llegó la liberación de Nelson Mandela. La continuación es bien conocida: abolición del sistema del apartheid, etc.
     Hablemos, en fin, de la Iglesia local. A veces ha tenido que hacer de mediadora en los conflictos centroafricanos, con la esperanza de evitar derramamientos de sangre. ¿Ocurre también en Congo Brazzaville?
     SASSOU NGUESSO: Las confesiones religiosas han tenido un papel importante en el desarrollo del proceso democrático en el Congo. Particularmente durante la Conferencia nacional de 1991, su participación en el debate fue muy importante y benéfico. La presidencia de los trabajos de la Conferencia estuvo a cargo de un obispo católico, monseñor Ernest Kombo, que luego presidió un año el Parlamento durante el periodo de transición. Para preparar la Conferencia nacional de 1991 yo había discutido con el nuncio apostólico en Brazzaville mi intención de proponer a monseñor Kombo como presidente de este gran forum. El nuncio apostólico estaba de acuerdo con ello. Cuando desde el 92 al 94 mi país conoció los trágicos acontecimientos que afectaron a tantas familias, las confesiones religiosas se volvieron a distinguir una vez más, dando vida al Concilio ecuménico para el restablecimiento de la paz. Puede decirse que las confesiones religiosas, aun guardándose de hacer política, siguen ejerciendo una considerable influencia en la sociedad congoleña. Por la paz y la cohesión nacional.
     El país se encuentra ahora en una fase de transición. ¿Cree que también la Iglesia puede ayudar a garantizar el correcto desarrollo de las próximas elecciones?
     SASSOU NGUESSO: Todas las organizaciones que puedan ejercer una influencia real han de contribuir al proceso electoral del Congo para asegurar su desarrollo. La Iglesia católica y todas las demás organizaciones religiosas constituyen una fuerza moral y espiritual innegable. Por ello hay que llamarlas como socios para controlar este proceso electoral.